¿No
han observado que mucha gente, sobre todo los jóvenes, tienen una repentina
vocación de fotógrafos?. Todos sacan sus fotos, todos quieren tener la imagen
más linda, más original. Toda ocasión y todo lugar parece bueno para una foto
así sea de dia o de noche, esté nublado o con sol. Tenemos que concluir con que
el límite tradicional entre la fotografía profesional y aficionada está
cada vez más borroso.
Entonces
cabe preguntarse: ¿Por qué se produce este fenómeno? Bueno, esto se debe
principalmente a dos factores. Por un lado, la llegada del mundo digital
(pantallas de pre visualización, aumento y mejora de las funciones
automáticas), que facilita una labor que antes sólo podían realizar personas
con conocimientos técnicos muy avanzados; y por el otro, el increíble abaratamiento
del material fotográfico, unido al hecho de que, una vez realizada la
inversión inicial, no hay gastos de rollos ni de revelado, lo que nos permite
realizar miles de pruebas hasta conseguir la fotografía deseada.
La
era digital hizo que fotografiar sea FACIL, muy fácil. Disparar y listo, casi
ridículo… Y gratis!!!
Pero
también es DIFÍCIL.
La foto está en todos lados, en todos los lugares y al mismo tiempo. Y si hubo
una foto y no la tomaste, el instante ya pasó, ahora hay otra foto...
Hace unos años llegó el boom de las cámaras digitales compactas: sus precios son infimos considerando que su vida es relativamente larga y que no hay ningún costo añadido a la inversión inicial. Pero ahora empiezan a generalizarse las cámaras réflex, que antes sólo adquirían los fotógrafos profesionales y unos pocos aficionados (por ejemplo, viajeros). La diferencia entre cámaras réflex y compactas radica principalmente en que en las primeras se ve en el visor exactamente lo mismo que saldrá en la foto, mientras que en las compactas visor y objetivo no están en la misma línea, sino que funcionan mediante un juego de espejos. Otra diferencia es que las réflex cuentan con un fotómetro interno para medir la luz. Pero lo más importante es que permiten cambiar los objetivos, lo que es útil para hacer un uso mucho más creativo.
El
uso de las cámaras réflex, como hemos dicho, se ha popularizado con la llegada
del mundo digital, al hacer mucho más fácil una tarea que antes sólo podían
realizar expertos, y permitir, con el retoque digital, “salvar”
fotografías mal hechas prácticamente sin límites.
Los
fotógrafos profesionales se encuentran ahora con un problema al que ya
se habían enfrentado antes otros profesionales como los periodistas o los
informáticos: su disciplina empieza a generalizarse de tal manera que
tienen que lidiar en el mercado laboral con la competencia de personas que
no están acreditadas por un título académico pero pueden realizar ese
trabajo igual que ellos. O, al menos, sus conocimientos camuflan de manera
eficaz sus carencias. Porque en realidad, muchas de las personas que han
aprendido fotografía réflex-digital de manera autodidacta, utilizan
aproximadamente el 30% de las posibilidades de su cámara. Es más, muchas personas
utilizan la réflex prácticamente como si fuera una compacta, sin salir de los
modos automáticos. ¿Por qué entonces la elección de las pesadas réflex en lugar
de las pequeñas y ligeras compactas? Puede deberse a la voluntad inicial de
aprender a usar los modos manuales, que por pereza o tiempo no se materializa;
o a la simple apariencia: llevar colgada del cuello una cámara réflex te hace
sentir, sencillamente, más fotógrafo.
Entonces,
¿vale todo en fotografía? En arte, por ejemplo, estamos hartos de ver
manifestaciones que son consideradas como tal, ante las que muchos se llevan
las manos a la cabeza. En fotografía, una vez cumplidos unos requisitos
técnicos mínimos (referidos a la iluminación, la correcta exposición, etc)
parece que lo demás es subjetivo. Pero la realidad es que, al final, una
buena foto es aquella que gusta a todo el mundo. Y esto significa que sí
hay unas reglas, escritas o no, por las que todos nos guiamos a la hora de
valorarlas. Son unas reglas básicas, un par de decenas que se pueden aprender
(con teoría o por la simple observación de muchas fotos) o incluso intuir.
Estas normas se refieren, por poner algunos ejemplos, al significado de la
orientación de las líneas en una foto, a dejar los espacios en blanco en la
dirección de las miradas y los vehículos (y no detrás de ellos), a buscar
elementos que se repiten, a la elección de colores según lo que queramos
transmitir…
Pero,
a veces, una foto que no las cumple, o que rompe una de las normas que nos
parecían más inquebrantables, tiene algo. Nos transmite cosas. Nunca deberíamos
perder una foto por considerar que no va a ser perfecta técnicamente. Si el
niño te va a mirar durante sólo tres segundos con esos ojos, hazle la
foto. Como sea. Al final, eso es lo más importante. Porque hace mejores fotos
una persona con ojo y sin técnica que otra con técnica y sin ojo. Y porque, en
definitiva, más que el que ha estudiado fotografía, es fotógrafo el que sabe
mirar.
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